El día se ha despertado algo nubloso, puede que supiera qué sucedía. Tras conseguir, al fin, poder cerrar la maleta, después de rato intentándolo, nos hemos ido al colegio. En la entrada de éste, estábamos todos con las lágrimas en los ojos.
Entre sollozos, abrazos y frases de despedida, mestizas de inglés y alemán, nos hemos ido.
Mientras veíamos a nuestros amigos alemanes cada vez más y más pequeños, hasta perderles de vista, hemos comprendido lo que esta semana ha significado para nosotros. Llegamos tímidos y algo asustados de no poder entender nada, pero a medida que pasaban los días nos hemos sentido más reconfortados, más acogidos y... mucho más felices. En tan sólo siete días, los alemanes han conseguido hacerse un hueco en nuestros recuerdos y en nuestro corazón. Nos ha costado más de lo que imaginábamos despedirnos de ellos.
Esta semana hemos aprendido no sólo alemán, sino una valiosa lección de amistad y convivencia. Hemos conseguido crear un grupo (mitad español y mitad alemán) que no se dividía en grupitos, sino en uno solo. Dentro de éste había un ambiente que no se dejaba intimidar por las barreras del lenguaje y prejudios traídos de Barcelona.
Afortunadamente, nos queda Barcelona, nos queda la semana de marzo en la que estarán aquí, con nosotros. No para decir adiós, sino para reencontrarnos con buenos amigos, compartir fantásticos ratos y risas con ellos, y para, al final, poder despedirnos diciendo: "Ya te llamaré para ver cuándo voy por ahí, o a ver si vienes este verano".
Aun nos vienen lágrimas al pensar que tardaremos cinco meses en poder volver a verles, o en recordar que esta magnífica semana ya ha tocado su fin, pero esta gran tristeza se compensa rápidamente al recordar lo bien que lo hemos pasado juntos y en pensar en todo lo que nos queda por vivir juntos en el futur.
Entre sollozos, abrazos y frases de despedida, mestizas de inglés y alemán, nos hemos ido.
Mientras veíamos a nuestros amigos alemanes cada vez más y más pequeños, hasta perderles de vista, hemos comprendido lo que esta semana ha significado para nosotros. Llegamos tímidos y algo asustados de no poder entender nada, pero a medida que pasaban los días nos hemos sentido más reconfortados, más acogidos y... mucho más felices. En tan sólo siete días, los alemanes han conseguido hacerse un hueco en nuestros recuerdos y en nuestro corazón. Nos ha costado más de lo que imaginábamos despedirnos de ellos.
Esta semana hemos aprendido no sólo alemán, sino una valiosa lección de amistad y convivencia. Hemos conseguido crear un grupo (mitad español y mitad alemán) que no se dividía en grupitos, sino en uno solo. Dentro de éste había un ambiente que no se dejaba intimidar por las barreras del lenguaje y prejudios traídos de Barcelona.
Afortunadamente, nos queda Barcelona, nos queda la semana de marzo en la que estarán aquí, con nosotros. No para decir adiós, sino para reencontrarnos con buenos amigos, compartir fantásticos ratos y risas con ellos, y para, al final, poder despedirnos diciendo: "Ya te llamaré para ver cuándo voy por ahí, o a ver si vienes este verano".
Aun nos vienen lágrimas al pensar que tardaremos cinco meses en poder volver a verles, o en recordar que esta magnífica semana ya ha tocado su fin, pero esta gran tristeza se compensa rápidamente al recordar lo bien que lo hemos pasado juntos y en pensar en todo lo que nos queda por vivir juntos en el futur.